Abusos, Ratzinger: vergüenza, dolor y sincera petición de perdón

(FILES) This file photo taken on June 22, 2020 shows former pope Benedict XVI posing for a picture at the airport in Munich, southern Germany, before his departure. - A potentially explosive report into the handling of child sex abuse in the Catholic Church will be published on January 20, 2022 in Germany, with former pope Benedict XVI among those in the spotlight. The report by law firm Westpfahl Spilker Wastl (WSW) will analyse how abuse cases were dealt with in the the archdiocese of Munich and Freising between 1945 and 2019. (Photo by Sven Hoppe / POOL / AFP)

El Papa emérito Benedicto XVI interviene directa y personalmente para expresar su opinión sobre el informe de abusos en la Arquidiócesis de Múnich y Frisinga, donde fue Arzobispo durante menos de cinco años. Lo hace con un texto con sabor penintecial, que contiene su «confesión» personal y una mirada de fe sobre la «grandísima culpa» de los abusos y encubrimientos.

En la primera parte de la misiva, Ratzinger agradece a quienes han colaborado con él en el examinar el material documental y preparar las respuestas enviadas a la comisión. Como ya había hecho en los días pasados, vuelve a pedir disculpas por el error, absolutamente involuntario, de su presencia en la reunión del 15 de enero de 1980 durante la cual se decide de acoger en la diócesis a un sacerdote que necesitaba tratamiento. Se dice también que esta «particularmente agradecido por la confianza, el apoyo y las oraciones que el Papa Francisco me ha expresado personalmente».

En la segunda parte de la carta, se señala que al emérito le llamaba la atención que cada día la Iglesia ponga en el centro de cada celebración de la Misa, «la confesión de nuestras culpas y la petición de perdón». Pedimos públicamente al Dios viviente que perdone nuestras culpas, nuestras grandes y grandísimas culpas». Está claro, continúa Benedicto, que «la palabra ‘grandísima’ no se refiere de la misma manera a todos los días, a cada día. Pero cada día me pregunta si hoy no debería hablar también de una grandísima culpa. Y me dice de forma consoladora que por muy grande que sea mi culpa hoy, el Señor me perdona, si con sinceridad me dejo escrutar por él y estoy verdaderamente dispuesto a cambiar a mi mismo».

Joseph Ratzinger recuerda sus conversaciones cara a cara con víctimas de abusos cometidos por clérigos. «En todos mis encuentros, especialmente durante mis numerosos viajes apostólicos, con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, he visto en los ojos las consecuencias de una grandísima culpa y he aprendido a comprender que nosotros mismos nos vemos arrastrados a esta grandísima culpa cuando la descuidamos o cuando no la afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como con demasiada frecuencia ha ocurrido y ocurre».

«Como en aquellos encuentros – afirma el Papa emérito – una vez más sólo puedo expresar a todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón. He tenido una gran responsabilidad en la Iglesia Católica. Tanto más grande es mi dolor por los abusos y los errores que se han producido durante el tiempo de mi mandato en los respectivos lugares. Cada caso de abuso sexual es terrible e irreparable. A las víctimas de abusos sexuales va mi más profunda compasión y amargura por cada uno de los casos».

Por eso, Benedicto XVI dice que comprende cada vez más «el horror y el miedo que Cristo experimentó en el Monte de los Olivos al ver todas las cosas terribles que tendría que superar interiormente». El hecho de que los discípulos estuvieran dormidos en ese momento representa, desgraciadamente, la situación que se repite hoy y por la que también yo me siento interpelado. Así que sólo puedo pedir al Señor y a todos los ángeles y santos, y a ustedes, queridos hermanos y hermanas, que intercedan por mí al Señor, Dios nuestro.

Ratzinger concluye su carta con estas palabras: «Pronto me encontraré ante el juez supremo de mi vida. Aunque pueda tener muchos motivos de temor y miedo cuando miro hacia atrás en mi larga vida, me siento sin embargo feliz porque confío firmemente en que el Señor no sólo es el juez justo, sino al mismo tiempo el amigo y el hermano que ya ha sufrido él mismo mis desperfectos y es, por tanto, como juez, al mismo tiempo mi abogado (Paráclito). En vista de la hora del juicio, la gracia de ser cristiano se hace evidente para mí. Ser cristiano me da el conocimiento, además, de la amistad con el juez de mi vida y me permite cruzar con confianza la oscura puerta de la muerte».

Junto a la carta de Benedicto XVI ha sido publicado también un breve anexo de tres páginas, redactado por cuatro expertos en derecho – Stefan Mückl, Helmuth Pree, Stefan Korta y Carsten Brennecke – que ya habían participado en la redacción de las 82 páginas de respuestas a las preguntas de la comisión. Dichas respuestas, adjuntas al informe sobre los abusos en Múnich, habían suscitado controversias y contienen un error de transcripción que había llevado a afirmar la ausencia del Arzobispo Ratzinger en la reunión en la que se tomó la decisión de aceptar a un sacerdote que se había manchado con los abusos.

En las nuevas respuestas, los expertos en derecho reiteran que el Cardenal Ratzinger, en el momento en el cual recibe al sacerdote que iba a ser tratado en Múnich, no sabía que era un abusador. Y en la reunión de enero de 1980 no se mencionó el motivo por el que iba a ser tratado, ni se decidió emplearlo en labores pastorales. Los documentos confirman lo dicho por Ratzinger.

A continuación, se explica detalladamente el motivo del error relativo acerca de la presencia inicialmente denegada de Ratzinger: sólo se permitió al profesor Mückl ver la versión electrónica de las actas, sin que se le permitiera guardar, imprimir o fotocopiar documentos. En la fase posterior del tratamiento, el Dr. Korta ha cometido inadvertidamente un error de transcripción al suponer que Ratzinger estaba ausente el 15 de enero de 1980. Por lo tanto, este error de transcripción no puede ser imputado a Benedicto XVI como una consciente declaración falsa o «mentira». Por cierto, ya en 2010 varios artículos de prensa, nunca desmentidos, hablaban de la presencia de Ratzinger en esa reunión y el propio Papa emérito, en la biografía escrita por Peter Seewald y publicada en 2020, afirma haber estado presente.

Los expertos afirman que en ninguno de los casos analizados por el informe Joseph Ratzinger estaba al tanto de los abusos sexuales cometidos o sospechosos de ser cometidos por sacerdotes. La documentación no aporta ninguna prueba en contrario y, de hecho, en respuesta a preguntas concretas sobre este punto durante la rueda de prensa, los mismos abogados que redactaron el informe afirmaron que presumían con probabilidad que Ratzinger lo sabía, pero sin que esta afirmación fuera corroborada por testimonios o documentos.

Por último, los expertos niegan que las respuestas que redactaron en nombre del Papa emérito minimizaran la gravedad del comportamiento exhibicionista del sacerdote. «En las memorias, Benedicto XVI no minimizó el comportamiento exhibicionista, sino que lo condenó expresamente. La frase utilizada como supuesta prueba de la minimización del exhibicionismo está sacada de contexto». En su respuesta, Benedicto XVI dijo que los abusos, incluido el exhibicionismo, son «terribles», «pecaminosos», «moralmente reprobables» e «irreparables». En la valoración del derecho canónico, «se limitó a decir que según el derecho entonces vigente, en opinión de los consejeros de derecho canónico, el exhibicionismo no era un delito de derecho canónico, porque la norma penal correspondiente no incluía un comportamiento de ese tipo en el caso en cuestión».

El anexo firmado por los cuatro asesores expertos en derecho, de cuyo trabajo se ha responsabilizado el Papa emérito, contribuye así a aclarar lo que salió de la mente y el corazón de Ratzinger, y lo que es el resultado de la investigación de sus asesores. Benedicto XVI reitera que no tuvo conocimiento de los abusos cometidos por sacerdotes durante su breve episcopado. Pero con palabras humildes y profundamente cristianas, pide perdón por la «grandísima culpa» de los abusos y por los errores y subestimaciones que se produjeron durante su mandato.