El fracaso de la gestión del agua en Ciudad de México
¿Cuáles son las causas que están detrás del fracaso de la gestión del agua en la capital de México? La ciudad y su zona metropolitana albergan a más de 21 millones de personas que sufren diferencias extremas en la calidad del servicio de agua
El año pasado, en el artículo Ciudad de México, el gigante con los pies en el barro, publicado en El Ágora, describía los graves problemas que enfrenta nuestra capital, entre los cuales resalta la falta y calidad del agua disponible para consumo humano y los requerimientos para servicios, comercio e industria. Pero a mi parecer queda como pregunta obligada: ¿son las condiciones existentes toda la causa para el evidente fracaso de la gestión del agua en la ciudad de México? Desde luego todas ellas abonan, pero el análisis debe profundizar en el entorno en que se da la gestión del agua. Comencemos por entender bien qué es la ciudad de México.
Ciudad de México (coloquialmente, la Ciudad de México), abreviado como CDMX y anteriormente denominada Distrito Federal o D. F., es una de las 32 entidades federativas de México, así como la capital de los Estados Unidos Mexicanos. Se localiza en el Valle de México, a una altitud media de 2240 m sobre el nivel del mar, y tiene una superficie de 1495 km², que se divide administrativamente en 16 demarcaciones. Su población supera los nueve millones de habitantes, de acuerdo con los resultados del XIV Censos de Población y Vivienda (2020). aunque cuando se considera también la Zona Metropolitana del Valle de México, suma entonces una población total de 21.804.515 millones de habitantes, lo que la coloca en el noveno puesto de las aglomeraciones urbanas más grandes y más pobladas del mundo, y con ello, en la más grande del continente americano y del mundo hispanohablante.
Como consecuencia del crecimiento demográfico del Distrito Federal, en la década de 1970 los municipios mexiquenses aledaños al Distrito Federal quedaron conurbados a la zona urbana. Su integración en la zona metropolitana está relacionada con su condición de zonas industriales, condición que atrajo a buena parte de los migrantes que llegaron al valle de México por aquella época.
El 29 de enero de 2016 se promulgó y publicó el decreto de reforma constitucional por la que el Distrito Federal dejaba de existir para convertirse, a partir del día siguiente, en una entidad con plena autonomía dentro de la federación bajo el nombre de Ciudad de México; aunque continuaría conservando el carácter de capital de la República y seguiría albergando los poderes de la unión. Ahora, la entidad federal Ciudad de México ocupa el territorio del anterior Distrito Federal.
La más reciente definición, aprobada por el gobierno local, los gobiernos estatales de México e Hidalgo, y el gobierno federal, definieron la Zona Metropolitana de la Ciudad de México como el área urbana formada por las 16 delegaciones del Distrito Federal, 40 municipios conurbados del Estado de México y uno del Estado de Hidalgo.
Esta definición es positiva en el sentido de que todos los municipios están conurbados o cumplen con los requisitos de integración económica y social. También se aprobó la definición de la Zona Metropolitana del Valle de México, integrada por otros 18 municipios del Estado de México (en total 58), como definición normativa, es decir, integrada por algunos municipios que todavía no se han conurbado, pero que dada la dinámica de crecimiento poblacional y geográfico, quedarán integradas en el futuro próximo.
Todo lo dicho en los párrafos anteriores parece fácil de entender, pero la CDMX, abreviación de la nueva entidad federal, es una entidad con Constitución Política propia, un Congreso estatal y una administración mucho más compleja que la de los municipios conurbados.
¿Quién gestiona los servicios de agua y saneamiento en la ciudad de México o la Zona Metropolitana de la Ciudad de México?
Empecemos por decir que desde la existencia del DF, nunca existió un organismo descentralizado responsable de los servicios, situación que ha venido heredándose hasta la existencia de la entidad CDMX. En la administración del DF, existió una Dirección General de Operación responsable de operar las obras hidráulicas, fuentes propias, tanques y distribución hasta las tuberías de más de 6 pulgadas de diámetro. Las tuberías menores y atención de fugas estaban bajo la responsabilidad de las Delegaciones del DF, entidades que se han transformado en lo que podríamos entender como los municipios de la nueva CDMX. Con diferentes nombres, la estructura funcional se mantiene.
Tarifas, cobro de los servicios y manejo presupuestal era responsabilidad de la Tesorería y hoy de la Secretaría de Finanzas de la nueva entidad.
Las obras que aportan agua desde el exterior del territorio propio de la CDMX, son operadas por la dependencia federal CONAGUA, que entrega agua en bloque a la CDMX y los municipios conurbados en diferentes puntos: El Sistema Lerma, que actualmente aporta 3.832 litros por segundo, que equivalen al 12% del total; junto con el Sistema Cutzamala, genial muestra de la ingeniería mexicana con el cual se conecta en varios puntos del Estado de México y de la ciudad, y que aporta el 42% del total del agua urbanizada.
A estas obras deben agregarse los grandes emisores, el Central y el Oriente y la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) Atotonilco, construidas por el gobierno federal y cuya operación no se carga a las tarifas por servicios. La PTAR de Atotonilco es la instalación más grande del mundo construida en una sola fase y la tercera en capacidad de tratamiento. Está ubicada dentro del Municipio de Atotonilco de Tula, entre las localidades de San José Acoculco y Melchor Ocampo (El Salto), municipio de Tepeji del Río, en el estado de Hidalgo.
La PTAR de Atotonilco cuenta con una capacidad nominal de tratamiento medio de 35 m3/s y un máximo de 50 m3/s, incluida la evacuación final de los residuos sólidos y lodos que se generen. Igualmente la planta estará dotada de un sistema de cogeneración, para aprovechamiento del biogás, producido en la digestión, permitiendo el máximo ahorro energético.
Los servicios de agua y saneamiento de los municipios conurbados del Estado de México e Hidalgo son administrados por cada municipio sin relación ni coordinación operativa y administrativa, más allá de la que existe por la entrega de agua en bloque y el vertido de aguas residuales. Todo con una variedad de resultados en cuanto a tarifas, servicios y calidad.
Podríamos agregar que a pesar de la importante aportación del abastecimiento externo, la CDMX no cuenta con una red primaria de distribución que permita dirigir y distribuir los volúmenes en forma racional y equitativa a toda la ciudad, dando lugar a diferencias extremas en la calidad del servicio. Existen zonas con déficits permanentes de servicios y con agua de muy mala calidad.
Las tarifas son risibles en muchos casos. En mi caso, hasta 2018 viví en la CDMX en un apartamento a dos calles de Perisur y la Av. Insurgentes. Una zona relativamente media alta. El recibo bimestral del agua era por un importe de 56 pesos. Algo así como menos de 3 euros, por lo que, estoy seguro, no pagaba ni el costo de emisión y distribución del recibo.
Todo equivale a una mezcla casi perfecta para asegurar el fracaso de la gestión del agua en casi toda la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.
Agreguemos las características del subsuelo en gran extensión del Centro de la ciudad que por su movilidad propician constantes rupturas de las redes. En 2018 se había negociado con el Banco Mundial la realización de un proyecto para financiar con participación privada la sectorización de las redes de la ciudad, avanzando por partes y pagando por resultados y no por realización de obras. El proyecto era novedoso por su metodología y concepción. Se habían seleccionado las primeras Delegaciones por iniciar y se estaban preparando los paquetes de licitación, cuando fue publicada la nueva Constitución Política de la CDMX, que marcaba la prohibición de cualquier forma de participación privada en los servicios de agua. El proyecto se fue al traste.
Por todo ello, si no hay un verdadero y radical cambio de paradigmas, si no se visualiza una sectorización racional técnica y socialmente responsable, si no existe una coordinación político social para crear un órgano autónomo que maneje en forma integral, profesional y con claros objetivos de eficiencia físico financiera los servicios, la gestión del agua en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México seguirá siendo un fracaso al borde del colapso permanentemente, como un pozo sin fin de subsidios.